
Mientras contemplaba los textos para esta nueva edición, pude percibir que todos ellos traían un Aroma propio, reconocido fácilmente, que estaba mucho más allá de todo aquello que alguna vez pudiese haber comprendido del mundo a través de la experiencia directa o del conocimiento adquirido.
Percibía, en las palabras, un timbre inconfundible y, aunque pudiera observar una evolución y una madurez en la escritura – estos textos fueron escritos a lo largo de los últimos diez años -, había algo intocable que estaba más allá de la misma.
Comprendí, entonces, que existe en nosotros un Sonido y un Aroma que no son tocados por los olores ni por los ruidos de la civilización. Algo que permanece como siempre fue, con el mismo timbre, con la misma fragancia, sin alteración. Ese Sonido, es la nuestra Esencia, y el Aroma, el Amor con que ésta se expresa.
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